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A lo largo de la historia, el ser humano se ha visto acompañado de grandes descubrimientos que han contribuido a su propio desarrollo y bienestar físico, científico e incluso intelectual. El fuego, la rueda, la escritura, la imprenta o la electricidad entre otros, han supuesto para el hombre hitos fundamentales en su evolución a lo largo de la historia. Sin embargo ha sido en el pasado siglo XX cuando se produjo el salto más revolucionario: el mundo de la comunicación y conocimiento se ve sacudido por la aparición de la radio,la televisión, el ordenador e internet que se escenifican en la llegada del hombre a la luna en el año 1969.  Continuando este “gran paso para la humanidad”, el hombre ha emprendido una nueva, trepidante y arriesgada aventura: el desarrollo de la alta tecnología y de la IA que parece superar todos los límites del saber humano y que plantea grandes desafíos e interrogantes en el terreno de la ética, la ciencia e incluso de la propia supervivencia del género humano. 

Pero lo que me motiva esta reflexión no es el relato de los grandes avances tecnológicos a los que estamos asistiendo y sus implicaciones en el mundo de la comunicación, educación, el comercio o  el riesgo para la seguridad y libertad de los ciudadanos. El poeta y filósofo José Miguel Ibañez Langlois en un ensayo sobre el sentido trascendente del sufrimiento y del dolor afirma que “Hoy parece renovarse la vieja utopía del paraíso, esta vez de la mano de la cibernética, del metaverso, de la robótica y de la inteligencia artificial… el transhumanismo nos está prometiendo hoy, por obra de las novísimas tecnologías un paraíso electrónico: el triunfo evolutivo de una vida superior sin males, sin sufrimiento, sin vejez, y en su versión más radical una vida sin muerte -con inmortalidad tecnológica- y sin cuerpo: ¿una conciencia flotante en el medio virtual? Su objetivo es la supresión del dolor, aun a costa de la supresión del hombre, transmutado en superhombre de ciencia ficción”.

La gran pregunta que la lectura de esta interesante reflexión sobre la aventura tecnológica de este nuevo mundo y la irrupción de la  Inteligencia Artificial en la vida de la humanidad sería la de conocer cuál es el espacio que le queda al hombre para pensar y decidir por sí mismo, para no ser manipulado por los algoritmos, para realizarse y enriquecerse con el calor de la relación humana o para interrogarse sobre el sentido de su propia existencia y especialmente la que transcurre, con todas sus circunstancias, desde su nacimiento hasta su muerte. ¿No estamos corriendo ya  el riesgo de deshumanizarnos intelectualmente y robotizar hasta límites insospechados nuestra mente?

¿Puede la Inteligencia Artificial plantearse sobre sí misma, como la inteligencia humana lo hace, acerca de las dudas o  preguntas sobre nuestra existencia?: “ Morir es dormir. ¿No más? ¿Y por un sueño diremos, las aflicciones se acabaron y los dolores sin número, patrimonio de nuestra débil naturaleza?…Este es un término que deberíamos solicitar con ansia. Morir es dormir… y tal vez soñar.” ¿Habría podido escribir William Shakespeare este magnífico soliloquio de su obra Hamlet preguntando al chatGPT o al DeepSeek chino?, y no digamos del mismo Quijote, la obra universal de Miguel de Cervantes. Indudablemente hay trabajos que hoy se pueden delegar en las máquinas y de hecho se viene haciendo con efectos claramente positivos en distintos ámbitos de la ciencia y sectores productivos, pero el profesor de Ciencias Políticas  de la Universidad de Baylor, Timothy  Burns, ante las actividades que cultivan la mente y enriquecen el alma se pregunta: ¿no deberíamos pararnos antes de cederlas a las máquinas?.

¿Podríamos ser expulsados un día del paraíso tecnológico como Adán y Eva lo fueron del paraíso terrenal? “El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y también tome del fruto del árbol de la vida y lo coma y viva para siempre” Entonces Dios expulsó al ser humano del jardín del Edén. (Génesis 3,22-23)

 

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Jorge Hernández Mollar

Nací en Melilla. Licenciado en Derecho, funcionario del Cuerpo Superior de la Administración de la Seguridad Social, Subdirector Tesoreria S.Social en Málaga. Senador, Diputado a Cortes y Diputado al Parlamento Europeo..Subdelegado del Gobierno en Málaga Colaborador del Diario Sur. Málaga Hoy, MelillaHoy, Diario SigloXXI, ConfidencialDigital. El Adelantado de Segovia, Woman Essentia, Alerta Digital La AlternativaDigital, Malagareporter, CanalMálaga, Viva Málaga. La Paseata. 101TV y Canal Malaga radio

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Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Alex

    La IA es algo totalmente diferente a cualquier otro descubrimiento. Por primera vez en la historia existirán entidades conscientes mas inteligentes que el hombre. Nadie tiene ni la mas remota idea de adonde nos lleva eso.

    1. Jorge Hernández Mollar

      Efectivamente Alex, el horizonte es de una gran incertidumbre, pero precisamente lo que tú señalas de «entidades conscientes» es el argumento que utilizo para denunciar que una máquina dificilmente alcanzará la «consciencia» que es una propiedad exclusiva del ser humano…este tema da vértigo y da para muchos debates. Un abrazo Alex y gracias por tu comentario