Que nuestra sociedad está en un proceso cambiante acelerado es un hecho constatable que se deduce de la simple observación de la realidad.
Visitar unos grandes almacenes en Madrid, como El Corte Inglés, por ejemplo, y sorprenderte con una ingente masa de compradores chinos que tienen a su disposición una oficina especialmente dedicada a su atención personalizada, además de un número importante de empleados de su país, bilingües por supuesto, dispuestos a atenderles y atenderte con una total cortesía y eficacia es ya una evidencia que personalmente he podido constatar.
La presencia de inversores, capital, negocios y ciudadanos chinos en España es una relevante señal de que el gigante asiático ha iniciado una gran expansión extracontinental y que España es un país elegido por su natural atractivo, su dinamismo, sus costumbres y su añadida posición privilegiada en el sur de Europa.
Todo parece indicar que además del atractivo turístico que hemos despertado en la gran China hay ya una población que lenta pero decididamente se está integrando en nuestra sociedad y que ya incluso forman parte de nuestra identidad española mediante la adquisición de la nacionalidad.
Bienvenido sean los ciudadanos del mundo que vengan legalmente a enriquecernos con sus costumbres, su capital humano y económico y nos ayuden a construir una nación fuerte y solidaria en Europa mientras que otros desde su demente aventura independentista prefieren infructuosamente abandonarla.