Foto: Total New Agency
Que los árboles no dejan ver el bosque es un aforismo de uso popular que expresa una realidad cada vez más preocupante en nuestra sociedad. Atosigados por las noticias que nos inundan diariamente los medios de comunicación como guerras, sequías, pandemias, restricciones energéticas o las no menos asfixiantes de contenido político, pasan desapercibidas otras que son la manifestación de algunos graves problemas que hoy afectan a nuestras jóvenes generaciones.
Me estoy refiriendo al fallecimiento del niño británico Archie Battersbee, que le han desconectado de las máquinas que le mantuvieron en vida durante cuatro meses en estado de coma. Lejos de comentar o analizar los distintos problemas jurídicos, médicos o morales que plantean esa decisión, deseo centrar mi atención y reflexión en la causa que arrastró a este niño de doce años a ese estado de inconsciencia cerebral. Esta y otras tragedias similares se vienen. produciendo por la participación de menores en un reto viral conocido como el Blackout challenge o «desafío del apagón», que circula en una red social conocida como Tik Tok.
Resulta casi aterrador el riesgo y desafío ante la muerte a la que se somete esta nueva generación tecnológica, especialmente la infantil y juvenil, esclavos de su imagen en la redes. Están mental y psicológicamente entregados a la falsa creencia de que su vida solo vale la pena ponerla al límite, incluso perderla, si superan una competición motivada exclusivamente en la autosatisfacción personal.
Una foto en la red, o un logro conseguido por superar una prueba tan demencial como la del desafío de la asfixia o del desmayo que acabó con la vida de Archie y otros 86 menores según el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades en EEUU, está exigiendo que la sociedad y en particular padres y educadores, adopten con urgencia medidas y actuaciones para corregir el vacío existencial que hoy se está adueñando de una buena parte de nuestros jóvenes.
Poner en valor la autenticidad real sobre lo imaginario; el amor con mayúsculas sobre la obsesiva sexualización y la pornografía; la búsqueda de la verdad sobre la exaltación de la mentira o la amistad real y el compromiso sobre el contacto virtual y el egoísmo, son objetivos o metas que paso a paso deben ir acompañando el crecimiento y educación de los menores en el seno de familias y colegios.
“Todos sabemos que vamos a morir…Pero creo que nos pasamos la vida negándolo. Me resulta difícil expresarlo con palabras…Siento que todos somos parte de una cosa, he tenido vida espiritual, he sentido el mundo espiritual y creo que algo ocurre”, palabras de la actriz y cantante Olivia Newton-Jhon (Grease) recientemente fallecida.
¿No es la ausencia de Dios o al menos la de una inquietud ante lo trascendente, lo que hoy está provocando este alarmante desprecio de la vida en nuestra sociedad?
Publicado en Málaga Hoy
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