El impertérrito Oriol Junqueras, momentos antes de ser trasladado a la prisión, escribió un tuit a los suyos exhortándoles a “hacer cada día todo lo que esté a vuestro alcance para que el bien derrote al mal en las urnas el 21-D.” Dudo mucho que el bien y el mal al que se refería el ya cesado Vicepresidente de la Generalidad, tuviera nada que ver con la noción, que sobre uno y otro, desarrolla Santo Tomás de Aquino en la Summa Theológiae.
Si se cumpliera su vaticinio la victoria sería, por el contrario, la del mal que su pertinaz conspiración tanto daño está haciendo a Cataluña y a España para fracturar la sociedad catalana, propiciar la fuga de grandes, pequeñas y medianas empresas, incrementando así el paro de los trabajadores y contribuyendo irresponsablemente al desequilibrio e inestabilidad de uno de los Estados más desarrollados, relevantes e influyentes de la Unión Europea.
El bien sería, sin embargo, que el 21-D, todo el pueblo catalán pudiera reconciliarse ejerciendo su derecho al voto pacífica y libremente, como lo ha venido haciendo desde el espíritu de concordia constitucional al que tan decisivamente contribuyó.