Jornada Europea: Migraciones, refugiados y asilo
París, 19 de enero 2004
Mesa redonda: ¿integración o comunitarismo?
En primer lugar quiero agradecer al Consejo de Europa tanto la organización de esta interesante jornada como el haberme dirigido la invitación a presidir esta mesa redonda cuyo tema considero es de especial actualidad.
El nombre de esta mesa redonda, integración o comunitarismo, me parece especialmente oportuno, y ello por el momento en el que ahora nos encontramos, cuando en Europa se están adoptando continuamente medidas para favorecer la integración de los inmigrantes desde un punto de vista, sobre todo, social y laboral y, también por el lugar en el que estamos, ya que este país está siendo el pionero en un debate especialmente importante sobre la integración de las comunidades de emigrantes que ha estado sujeto a todo tipo de reacciones, positivas y negativas.
La integración vista desde Europa
En los pasos que la Unión Europea ha ido adoptando en materia de integración de la población inmigrante considero que son 3 los más relevantes:
- En primer lugar, el Consejo Europeo de Tampere, de octubre de 1999, en el que se sentaron las bases para la construcción de una política comunitaria en materia de inmigración y en el que se hacía referencia como uno de los pilares de esta política el «tratamiento justo de los nacionales de terceros Estados«.
- Más tarde, en su Comunicación de noviembre de 2000 titulada «Sobre una política Comunitaria de inmigración«[1], la Comisión recomendó una aproximación común a la gestión de la migración que tuviese en cuenta «La necesidad de desarrollar políticas específicas de integración basadas en el tratamiento justo de los nacionales de terceros países que residan legalmente en la Unión, la prevención de la exclusión social, el racismo y la xenofobia y el respeto de la diversidad«.
- Por último, el fenómeno migratorio también fue objeto de una importante resolución sobre migraciones con ocasión del IV Foro Parlamentario Euromediterráneo celebrado en Bari (Italia) los días 17 y 18 de junio de 2002. Entre los compromisos a los que se llegaron por ambas partes se encuentran que las políticas de integración han de asegurar no sólo el respeto de los derechos y libertades de los inmigrantes legales, sino el respeto por parte de éstos de la comunidad de valores de la sociedad de acogida.
Pero la inmigración es una materia multidisciplinar, en la que cada una de las medidas que se tomen en los ámbitos afectados tendrá forzosamente repercusiones en los otros, y por ello, la Unión Europea se fue haciendo plenamente consciente de que la integración completa y satisfactoria del inmigrante en la sociedad de acogida, pasa necesariamente por hacer extensivos los aspectos de la política migratoria a otros sectores que por la materia se pudieran ver afectados (política social, política educativa, cultural, acuerdos internacionales, etc..).
Y en este sentido aprobamos el pasado jueves en el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo un informe sobre la inmigración, la integración y el empleo que tenía como base una Comunicación de la Comisión[2] en la que, por primera vez, se había procedido a un examen conjunto de tres cuestiones muy importantes y vinculadas entre sí: la gestión de la inmigración hacia la Unión Europea en un contexto de envejecimiento demográfico, la necesidad de colaborar con los países de origen y la mejora de la integración de los inmigrantes en la Unión. Y creo que es en este último punto en el que se encuentra precisamente el aspecto clave: alcanzar la completa integración de los inmigrantes en la sociedad de acogida teniendo en cuenta la diversidad cultural o religiosa, pero logrando que no se creen guetos y comunidades que normalmente presentan niveles de desintegración y graves problemas de subsistencia. Aislamiento, conflictos intercomunitarios, aumento del racismo y marginalización social son realidades crecientes entre las poblaciones de inmigrantes. Evitar que ello se siga produciendo en nuestras sociedades es el reto que hoy nos planteamos.
¿Integración o comunitarismo?
Sin embargo, frente a estos esfuerzos integradores, no deja de ser un hecho la existencia en muchos países de Europa, sobre todo en los que sufren una gran presión migratoria, como son Francia o España, de comunidades aisladas, marginadas y desintegradas social y culturalmente.
Pero es que no debemos olvidar que la integración es un proceso bidireccional que implica la adaptación tanto por parte del inmigrante como de la sociedad de acogida. Debe ser voluntad de ambos recibir y ser recibidos. Se trata de fomentar la integración en los valores de la sociedad de acogida pero también, de respetar las diferencias culturales y valorar positivamente las culturas de origen. Esta política de integración cultural no está reñida con el respeto de los valores específicos de los extranjeros, porque el respeto de la diversidad cultural no debe significar el rechazo de los valores comunes de la sociedad de acogida. En definitiva, el «multiculturalismo» no debe servir de excusa para formar unos grupos culturales «tolerados» y con tendencia a ser estigmatizados.
Como dije anteriormente, Francia está siendo la pionera en este debate, que tuvo su punto álgido el pasado mes de diciembre cuando el Presidente Chirac hizo pública su intención de dar curso a las propuestas de la «Comisión Stasi» que, tras meses de deliberaciones y a raíz de importantes conflictos en las escuelas públicas por el uso del velo musulmán por parte de alguna de sus alumnas se pronunció a favor de promulgar una ley en contra de toda manifestación «ostensible» de pertenencia a una confesión religiosa.
Esta medida ¿va en contra de la libertad de cada persona de vivir su fe como la sienta o favorece en cambio la integración en la sociedad de la que es miembro al hacer desaparecer toda señal visible de diferencia religiosa, cultural y social?.
El debate está sin duda abierto y puede que alguno de los que hoy me acompañan en esta mesa redonda quiera dar su posición al respecto pero, en todo caso, no quiero finalizar sin dejar claro que la Unión Europea es por su propia naturaleza una sociedad pluralista enriquecida por una variedad de tradiciones culturales y sociales que en el futuro llegarán a ser más diversas. Es, en definitiva, necesario que exista un respeto por las diferencias culturales y sociales, pero también por nuestros principios y valores fundamentales comunes: el respeto de los derechos humanos y la dignidad humana, la apreciación del valor del pluralismo y el reconocimiento de que la pertenencia a la sociedad se basa en una serie de derechos, pero incluye responsabilidades para todos sus miembros, ya sean nacionales o inmigrantes.
[1] COM(2000)757
[2] Comunicación de la Comisión al Consejo, el Parlamento Europeo, el Comité Económico y Social y el Comité de las Regiones sobre inmigración, integración y empleo. COM(2003)336