Para los que fuimos educados durante la dictadura del General Franco, cuando la Iglesia española era una parte más del Estado oficialmente católico, nuestra formación y educación cristiana emanaba de un espíritu fuertemente clerical y religioso. Era impensable entonces que un cristiano corriente pudiera desarrollar su fe y sus convicciones religiosas, si no era bajo la tutela o amparo de la jerarquía eclesiástica o de una orden religiosa. La palabra laico no era de uso común, era algo extraño en el lenguaje de la Iglesia aunque poco a poco fue ganando más terreno en lo político que en lo eclesiástico.
.Fue en mis años de Universidad, y movido por la inquietud espiritual inculcada por la formación religiosa recibida, cuando invitado por un buen amigo, asistí a un retiro espiritual en un centro de formación del Opus Dei. Allí fue donde por primera vez oí aquello de “ que pueden ser divinos todos los caminos de la tierra, todos los estados, todas las profesiones, todas las tareas honestas” y que además ¡estudiar era una forma de hacer oración!.
Traigo esto a colación porque aquellas reflexiones del aragonés y fundador del Opus Dei san Josémaría Escrivá de Balaguer, sobre la tarea del cristiano corriente o laico como un miembro más del cuerpo de la Iglesia, me sorprendieron sobremanera, en la medida que era un novedoso mensaje que luego el Concilio Vaticano II recogió en su Constitución Lumen Gentium en su Capítulo IV: “ los laicos viven en el siglo, es decir en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida.”
Es decir que quedaba claro que un estudiante, un médico, un político, un taxista, un labrador, un funcionario o un embajador si realizaba su trabajo con honestidad, generosidad y profesionalidad no solo podría alcanzar la salvación eterna sino que podría ayudar a los demás a que la consiguieran con su ejemplo y prestigio profesional. Recientemente y con ocasión del Motu Proprio “Ad charisma tuendum” del Papa Francisco que modifica algunos aspectos de la Constitución Ut sit del Papa san Juan Pablo II se ha levantado una cierta polémica sobre los cambios propuestos.
Sin entrar en mas profundidades que no son el objeto de este artículo de opinión, mi duda nace en cómo se puede ver afectada la misma esencia del papel de los laicos en la Obra y por extensión en la Iglesia, ya que el cambio de dependencia de la Prelatura de la Congregación de los Obispos al Dicasterio del Clero, puede dejar abierta la posibilidad de confundir en un futuro la misión de sacerdotes y laicos, configurando a éstos como unos colaboradores de los primeros. Todo lo cual podría conducir a la falta de autonomía de los laicos y a la tutela permanente del clero, en el sentido de ser meros cooperadores de los sacerdotes, y por contrapartida a secularizar a los propios sacerdotes, que acaban entrando permanentemente en asuntos temporales propios de los laicos.
Este riesgo ya lo advertía el Papa emérito Benedicto XVI en un discurso que pronunció ante los Obispos brasileños en una visita ad límina: “ Es en la diversidad esencial entre sacerdocio ministerial y sacerdocio común donde se entiende la identidad específica de los fieles ordenados y laicos. Por esa razón, es necesario evitar la secularización de los sacerdotes y la clericalización de los laicos. En esta perspectiva, por tanto, los fieles laicos deben empeñarse en expresar la realidad, también a través del empeño político, una visión antropológica cristiana y la doctrina social de la Iglesia. En cambio los sacerdotes deben permanecer apartados de un compromiso personal en la política, a fin de favorecer la unidad y comunión de todos los fieles y así poder ser una referencia para todos”
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