Es la primera vez que un ciudadano europeo, fugado de su Estado de origen e imputado por rebelión, sedición y malversación hace campaña electoral desde el Estado miembro de la Unión Europea en el que se ha refugiado. Esta situación ridícula, anómala y esperpéntica que colisiona con los principios de mutua confianza y reconocimiento de las resoluciones judiciales entre los Estado de la Unión, cuestiona los avances que desde su creación se han dado en la construcción de un espacio de libertad, seguridad y justicia.
La grave situación actual que se está dando entre España y Bélgica debe hacer reflexionar al Consejo, Comisión y Parlamento sobre la necesidad de afrontar una reforma legislativa que evite el lamentable espectáculo que estamos viviendo estos días en Europa.