La Corrupción
Los ciudadanos ya estamos hartos de desayunarnos casi todas las mañanas con un nuevo caso sonoro de corrupción económica, política o social: políticos mangantes, transfuguismos, banqueros sin escrúpulos, violencia doméstica, pederastia, etcétera, etcétera, etcétera…
El problema no es ya la existencia de gente que se dedique a esos desafueros sino que el sistema de convivencia que hemos creado alrededor de una norma superior llamada Constitución y toda la arquitectura legal que la ha desarrollado en estos años, empieza a mostrarse agotada e impotente para detener tanto comportamiento inmoral e incívico.
¿No resulta irritante que afamados y presuntos estafadores de la cosa pública como son los Gil, Roldán, Roca, Julián Muñoz, Correa mas los ya condenados y los que vayan a serlo -hay un sinfín de nombres de todo pelaje que sería muy prolijo enumerar-, no solo no han devuelto a la sociedad los cientos de millones de euros que han trincado, sino que para más escarnio se pasean sin pudor alguno por los lugares más lujosos deocio y divertimento, por los platós de televisiones etcétera, como si de ciudadanos normales se tratara?.
¿No es descorazonador que el poder y el dinero hayan arrancado de raíz las motivaciones ideológicas, las ilusiones utópicas de quienes creíamos que la res pública era cosa de todos y no solo de unos cuantos que solo velan por sus intereses personales y su desmedido enriquecimiento a costa del trabajo y el esfuerzo de los ciudadanos honrados?
¿No resulta frustrante que a un trabajador, a un funcionario o a un profesional se le aplique con todo rigor la legislación que le obliga a cumplir con sus obligaciones tributarias o de seguridad social mientras que un indecente ladrón de cuello blanco se permite durante años evadir y ocultar impunemente, sus grandes fortunas y los impuestos consiguientes?
Los dos grandes partidos, asustados quizás por la porquería emergente de algunos de sus cargos públicos, creen poder afrontar tanto escándalo con “pactos anticorrupción” que publiciten medidas que calmen la desazón e inquietud de sus militantes y votantes. Desgraciadamente eso no pasa de ser un mero ejercicio de voluntarismo porque el mal está encastrado en la “ausencia de conciencia” de aquellos dirigentes que resultan corruptos.
El relativismo moral conduce a la ceguera de no diferenciar la bondad o maldad de una acción o de actuar pensando que no se va a descubrir nunca sus actos delictivos. Por lo tanto, según esto, nada ni nadie pone límites al actuar ílicito de la persona salvo el propio poder que en sí mismo aborrece la misma posibilidad de “ser limitado”.
No se trata, pues, de un grave problema que pueda ser erradicado o combatido desde el “exterior” de la propia persona. La corrupción ética o moral se combate desde el interior mismo del ser humano: el uso correcto y adecuado de los bienes públicos, el acceso a la política desde el ejercicio previo de una profesión y formación adecuada, el respeto a la ley y a la justicia como norma de conducta individual y colectiva, la educación en un ambiente familiar equilibrado y solidario o la formación en valores como el esfuerzo, la competitividad o el patriotismo.
Los Partidos deberían hacer también, una profunda reflexión sobre su propia evolución y organización internas. Existe un excesivo regeneracionismo en sus cuadros dirigentes en detrimento de quienes son obligados a “prejubilarse” dilapidando así una importante aportación de experiencia y formación personal y pública. Las cúpulas dirigentes se han distanciado cada vez más del debate abierto y democrático que se debería producir en el seno de sus órganos formales de dirección; la discrepancia o la sana crítica ha sido sustituida la mayoría de las veces, por el aplauso o el silencio cómplice.
Ni que decir tiene que la financiación de los partidos o la confección de las listas electorales (éste si que es un ámbito de actuación exterior a la persona y de carácter legislativo), son premisas urgentes que deben ser acometidas sin demora para atajar las tentaciones corrompedoras que sobrevienen de una parte y otra, así como para elevar el nivel de calidad y formación de los líderes y responsables políticos.
Es una grave irresponsabilidad no querer darse cuenta de la profunda desmotivación que hoy se ha adueñado de la ciudadanía. Los medios de comunicación martillean sin cesar con la propagación diaria de casos de corrupción en los distintos ámbitos de la sociedad. Siendo importante y grave su existencia y denuncia, lo realmente preocupante es que no parece que se quiera abordar las causas o raíces de tales males o al menos nada se dice sobre ello.
Los partidos políticos, las instituciones civiles y religiosas, las asociaciones familiares, los colectivos de enseñanza o las mismas organizaciones empresariales y sindicales deberían hacer un esfuerzo colectivo para analizar en profundidad las razones de la falta de vibración y energía de la que hoy adolece la sociedad española tan castigada por el desempleo, la corrupción o la violencia.
La dictadura de Franco era severamente criticada por el pan y toros que ofrecía a los españoles para acallar sus problemas reales. Una ojeada a los televisores nos ponen en guardia, cuando la mayor oferta educativa y cultural es el fútbol, ya casi diario, y los programas vulgares, indecentes y vomitivos de los famosos reality shows que inundan nuestras cadenas.
Algo deberíamos hacer, quizás la creación de la primera “Asociación de Víctimas de la Corrupción…”, posiblemente millones de españoles podríamos ser sus fundadores.
Jorge Hernández Mollar
Presidente del Comité de Expertos del PP de Málaga