Quien nos iba a decir que en este primer cuarto de siglo, la humanidad se iba a a ver zarandeada por dos guerras de distinto signo, pero con un efecto igualmente devastador. La primera de ellas se inició hace ya más de dos años con un ataque sorpresa en todos los rincones del mundo. Un virus de origen desconocido, Coronavirus, se expandió desde China hacia todos los continentes dejando casi seis millones de muertos.
Cuando aún estamos en período de reconstrucción social y económica después de la pandemia, otra guerra en el este de Europa desata un nuevo escenario de pánico en el mundo. Un estalinista, Vladimir Putin, presidente-zarista de todas las Rusias, se descuelga invadiendo y masacrando a golpe de misiles y cañonazos a un país soberano y limítrofe, Ucrania, como si fuera la reproducción de una de las batallas que León Tolstoi relata en su famosa novela “Guerra y Paz”.
Pero esta nueva guerra no se ha fraguado hoy en la mente de Putin, sino que es fruto de dos acontecimientos que vienen sucediendo en el mundo: la gran crisis económica del 2008 y el expansionismo geoestratégico que Rusia inició hace ocho años. EEUU y Europa quedaron seriamente debilitados en su supremacía económica y el “eje liberal de Occidente se rompió”, como acertadamente afirma Mira Milosevich, profesora y experta del Real Instituto Elcano.
Desde entonces dos grandes potencias como China y Rusia, pretenden implantar “un nuevo orden multipolar” aprovechando el vacío de poder que tanto en la economía como en la defensa de los valores morales y universales han venido salvaguardando las democracias liberales de Occidente y que hoy están seriamente cuestionados por las ideologías populistas y progresistas.
Europa “se ha despertado pero tarde” según la acertada opinión de la profesora y su reacción ante la defensa militar de sus fronteras conjuntamente con la OTAN, demuestra la urgencia de un replanteamiento de sus políticas comunes de seguridad y defensa frente a las amenazas, incluso nucleares, de un autócrata que como Putin está dispuesto a sacrificar a su pueblo con el objeto de implantar por la fuerza su hegemonía más allá de sus propios límites territoriales.
En el Museo Ruso de Málaga todavía se puede disfrutar de una exposición temporal, “Guerra y Paz”, que nos traslada al pasado zarista del pueblo ruso. Al margen del debate que este museo ha suscitado en la opinión pública malagueña, miles de ucranianos y rusos conviven en paz y libertad, como en muchas pueblos y ciudades de España. Resguardar estos valores entre ellos nos llevará, en unión solidaria con los soldados ucranianos, al éxito final de esta nueva guerra.
Como señalaban en una conversación dos de los personajes de la afamada novela de León Tolstoi: “ El éxito de una batalla no ha dependido ni dependerá nunca de las posiciones, del armamento, del número; Entonces, ¿de qué? – del sentimiento que hay en mí, en él y en cualquier soldado”. El sentimiento de dolor y de fe en la victoria no le falta hoy al masacrado pueblo ucraniano.
Querido Jorge, sobresaliente redacción y argumentos interesantes. Pero desde tu condición (largamente acreditada) de persona hondamente comprometida con los valores del humanismo cristiano, tal vez hubiera sido necesaria una reflexión que abarcase el ámbito moral. Para millones de ciudadanos rusos, la Europa que se les presenta como alternativa terminaría convirtiéndose en destructora de la civilización moral y cultural única de Rusia.
En la narrativa oficial sobre el conflicto ruso-ucraniano ha desaparecido cualquier mención al declive de Occidente, donde se están destruyendo los valores familiares tradicionales y, en cambio, se está imponiendo agresivamente una «cultura» LGBTQ+. Ideología radical de género, leyes eugenésicas, subversión de la moral natural, transhumanismo, destrucción del núcleo de la unidad familiar, abortismo, adoctrinamiento sexual en las escuelas, cambio demográfico, progresiva descristianización, pérdida del ideal trascendente; en definitiva, cambio del paradigma moral en el entero Occidente. ¿Resulta difícil aceptar que Vladimir Putin no dé la bienvenida en su país a tales «valores», o que pretenda preservar un espacio de seguridad en la misma medida que Estados Unidos no permitiría la instalación de misiles chinos en territorio cubano?