A los hombres buenos que son toda una “escuela de valores” como la que Javier Peña, con su natural entusiasmo, impulsaba cada mes para propagar sabias y provechosas enseñanzas, es de justicia agradecerle públicamente todo el bien que han hecho a lo largo de su vida por sus semejantes, los más próximos y también los más lejanos.
Desde el Banco de Alimentos de Málaga que él presidía, Javier ha luchado día a día con una generosidad ejemplar para atender a un número ingente de familias malagueñas que, en especial tras una de las peores crisis económicas de nuestra sociedad, se han visto inmersas en una profunda pobreza y a las que con su especial dedicación ha atendido desde su organización , implicando tenaz y eficazmente a instituciones, asociaciones y particulares.
Su pronta jubilación activa, le ayudó a aprovechar el tiempo para dedicarlo a hacer realidad, desde su profunda formación y convencimiento religioso, la virtud de la misericordia con el objeto de mitigar la pobreza de miles de personas en sus necesidades más básicas, como es el alimento de cada día, pero al mismo tiempo viviendo con intensidad la pobreza de espíritu, porque confiaba plenamente en Dios desde su vocación al Opus Dei a la que con tanta discreción y fidelidad se entregó. Descansa en paz Javier, que te lo has ganado.