FAMILIA Y DESEMPLEO
Tres de cada cuatro menores de treinta años conviven con los padres y aseguran mantener una buena relación en el hogar. Los jóvenes tardan en abandonar la casa paterna debido a la falta de trabajo, carestía de la vivienda o simple comodidad. La protección de los padres y otros consanguíneos es también clave en la contratación, ya que la mitad encuentra trabajo por medio de familiares.
Esta afirmación pertenece a un estudio realizado por el catedrático de sociología de la Universidad Complutense de Madrid Víctor Pérez-Díaz sobre la Familia y sistema de bienestar, realizado en 1998. Más de diez años después la edad de treinta años ha pasado a treinta y cuatro. Afirma también que la familia desempeña una función amortiguadora decisiva en el desempleo. Además hoy es una realidad que el retraso en la incorporación al mercado de trabajo o el agotamiento de las prestaciones del desempleo obliga a los hijos a buscar el refugio del hogar familiar.
Las consecuencias de este nuevo marco socio familiar están resultando dramáticas para muchas familias. Padres que tienen que asumir el pago de las hipotecas de sus hijos y en algunos casos sufrir el embargo de sus propios bienes al ser avalistas en los préstamos hipotecarios, así como los gastos derivados de alimentos, ropas y otras obligaciones adquiridas durante la etapa laboral frustrada de sus vástagos.
Pero no solo el paro o desempleo es el motivo de esta permanencia obligada en el hogar de los padres, también lo es la estrechez de los salarios que resultan claramente insuficientes para el sostenimiento de las necesidades derivadas del consumo de bienes y servicios. Es lo que en lenguaje coloquial se podría llamar el “hijo mediopensionista”, que suele visitar con asiduidad a sus padres a las horas del almuerzo, al mismo tiempo que para hacer funcionar la lavadora familiar, sin olvidar que incluso los abuelos se han convertido también en un auxilio obligado ante la acuciante situación en la que vivimos.
Ello tiene dos graves consecuencias: la primera es el empobrecimiento cada día más alarmante de las familias españolas que ven mermados sus ingresos por unas sobrecargas familiares que inciden negativamente en el enflaquecimiento del ahorro y del consumo, en segundo lugar la inestabilidad psicológica y angustiosa de aquellos que, por falta de formación o resistencia ante la adversidad, se ven abocados al trágico mundo del alcohol, la droga, el robo o a otras formas de delincuencia.
Los nuevos modelos familiares “inventados” por esta generación “progre” socialista, añaden un plus más de gravedad a esta situación. Se da el caso, por ejemplo, de hijos que ya no saben si su verdadera familia a la que deben acudir, es la del padre divorciado que convive con una señora también divorciada que a su vez tiene dos hijos de otra unión anterior o la de la madre que es pareja de hecho de una antigua amiga suya…la casuística puede ser tan grotesca como frustrante.
Algunas de las principales conclusiones de un informe elaborado por The Family Watch, que se presentó el 5 de noviembre de 2009 en Madrid, señalaba que “lo cierto y verdad es que los padres casados y sus hijos están, por término medio, en mejor situación que las familias que han experimentado un divorcio, las parejas de hecho y los hogares monoparentales. Tienen mejor salud, menos pobreza y tasas más bajas de alcoholismo y otras adicciones; los chicos presentan menores índices de fracaso escolar y delincuencia juvenil, así como menor frecuencia de relaciones sexuales precoces y embarazos no deseados; en sus hogares hay menos violencia doméstica.”
Esto no excluye que a lo largo de la vida matrimonial se produzcan situaciones de conflictividad a las que hay que buscar otro tipo de soluciones. Pero está comprobado que una familia estable y conformada por sus miembros naturales, es decir padre, madre e hijos ofrece a la comunidad, especialmente a largo plazo, unos palpables beneficios que se reflejan en el desarrollo y prosperidad de la misma.
En España, sin embargo, el gobierno socialista pretende diluir la familia natural como un azucarillo y sustituirla por otras formas de convivencia que nada reportan al bienestar de la sociedad, porque, como acabo de exponer, no son ni siquiera garantes del esfuerzo que hoy se tiene que hacer para el sostenimiento de gran parte de los millones de desempleados que solo encuentran consuelo y alimento en su entorno familiar. En un futuro no muy lejano, los poderes públicos estarán obligados a corregir esta política errática para recuperar el motor nuclear de la sociedad que no es otro que la familia sin sucedáneos artificiales.
Jorge Hernández Mollar