• Categoría de la entrada:Política Nacional
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No, no se alarmen los lectores que no se trata de una elucubración tremendista. Los españoles somos un pueblo de raza, cargados de historia, de conquistas y reconquistas, de guerras fratricidas, de repúblicas y monarquías, de inventores, de premios nobel y de grandes genios de la literatura, la pintura, la arquitectura, la política, el deporte…
Lo que ocurre es que en estos últimos años de gobierno socialista, el presidente Zapatero ha pretendido revolucionar su propia historia intentado hacerla regresar al sueño de una España federal, republicana y laicista. Se queda, sin embargo, a las puertas de contemplar como Bildu-Eta –legitimada por “su” Tribunal Constitucional- terminará convocando un referéndum para la independencia del País Vasco. Se queda también a las puertas de ver culminada, afortunadamente inacabada durante el tripartito, una de sus grandes obras: la Cataluña federada a un gran Estado. Se suele decir que los nacionalistas catalanes son “otra cosa” diferente de los vascos. Craso error, unos y otros se encuentran en el mismo barco y navegan hacia un mismo puerto: salir de España hacia la independencia.
Pero deja el poder sin haber llevado a cabo su gran ensueño. Aquellas manifestaciones de la guerra de Irak y del 13M envueltas en banderas republicanas, encabezadas por los grandes líderes socialistas del momento, son un fiel reflejo del pensamiento del Sr. Zapatero: “la España de hoy mira a la II República con satisfacción y orgullo por ver lo que hemos podido hacer entre todos en esta etapa constitucional” afirmó en una comparecencia en el Senado. No es que le traicione el subconsciente, es que el consciente le ha arrastrado durante todo su mandato a dar un salto en el vacío y puentear la transición para restablecer el régimen del año 1931, es decir “borrar” de la mente de los españoles ochenta años de su historia…
El rey Juan Carlos se ganó el crédito de todos los españoles la dramática jornada del 23F. Las generaciones de la postguerra hasta la muerte del dictador, no visionábamos una España monárquica. Franco “impuso” la monarquía con un rey ad hoc y así lo aceptamos el pueblo, como aceptó, de una forma ejemplar para el mundo, la transición hacia la democracia. Atrás dejamos años de enfrentamientos fratricidas, persecuciones políticas y religiosas y desigualdades sociales. La monarquía constitucional ha sido pieza clave en todo el proceso de desarrollo de la Constitución y de consolidación del Estado social y democrático de Derecho dentro y fuera de nuestras fronteras.
Volver a someter a examen la monarquía una vez el Rey abdique o fallezca puede ser sumamente peligroso para la estabilidad del Estado, de aquí que los pasos, gestos y movimientos de la casa real en estos momentos deben de ser lo suficientemente inteligentes, además de prudentes, como para no despertar suspicacias y recelos entre la sociedad a la que sirven y representan por mandato constitucional.
Pero el punto álgido de su mandato como presidente lo ha alcanzado con su obsesión laicista del Estado. Su indisimulado anticatolicismo, su pertinaz invasión del Estado en el ámbito de las familias en materia de educación, su desaforado igualitarismo sexual desde la subliminal “política de igualdad de género” o su afán legislativo para “inventar” nuevas formas de familia, ha sido una constante a lo largo de su periplo presidencial.
No, España afortunadamente no puede desaparecer y naturalmente no me refiero a su ubicación geopolítica ni a su estructura organizativa como Estado. Me refiero a sus valores, sean cívicos o religiosos, me refiero también a su sentido patrio, de pueblo, de sentimientos, a su inmensa riqueza cultural, a sus costumbres y lenguas, a su compromiso como nación con la defensa de las libertades, de los derechos humanos y a su potencial económico que le hacen ser un socio preferente en los clubs internacionales a los que pertenece.
La actual crisis, de la que la gestión del presidente Zapatero tiene una buena parte de responsabilidad, solo se puede superar desde la recuperación de la confianza de los españoles en sus propias cualidades y recursos para afrontarla. Recuperar la credibilidad en su clase gobernante a base de que ésta se manifieste como competente, honesta y trabajadora. Recuperar su sentido de nación exhibiendo su orgullo sin complejos, su autoridad sin debilidad y su presencia real en “todo” el territorio del Estado. Recuperar también su potencial económico y su credibilidad en los mercados internacionales desterrando de una vez por todas el despilfarro público, incrementando la productividad y acometiendo sin miedo ni tapujos las reformas estructurales necesarias, empezando por la constitucional.
Una juventud, sin esperanza, sin trabajo y sin ilusión es el germen de una sociedad que se desmorona, por ello se hace urgente acometer un profundo cambio que nos revitalice y también que nos despierte del profundo letargo y descuido al que nos hemos dejado arrastrar durante los años de bonanza. Ante el agotamiento y agonía del actual gobierno la esperanza y paciencia es lo que nos queda para afrontar estos próximos y difíciles meses: “La esperanza y la paciencia son dos soberanos remedios para todo; son los más seguros y los más blandos cojines sobre los cuales podemos reclinarnos en la adversidad” (R. Burton).
Jorge Hernández Mollar
Ex parlamentario nacional y europeo PP

Jorge Hernández Mollar

Nací en Melilla. Licenciado en Derecho, funcionario del Cuerpo Superior de la Administración de la Seguridad Social, Subdirector Tesoreria S.Social en Málaga. Senador, Diputado a Cortes y Diputado al Parlamento Europeo..Subdelegado del Gobierno en Málaga Colaborador del Diario Sur. Málaga Hoy, MelillaHoy, Diario SigloXXI,El ConfidencialDigital. El Adelantado de Segovia, La AlternativaDigital, Malagareporter, CanalMálaga, Viva Málaga. La Paseata. 1o1TV y Canal Malaga radio

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