• Categoría de la entrada:Sociedad
  • Tiempo de lectura:5 minutos de lectura

La generación que despertamos a la vida entre las cenizas de dos grandes tragedias del siglo pasado como fueron la guerra civil española y la segunda guerra mundial, solo conocíamos el drama y el horror que vivieron millones de familias por los relatos de nuestros padres, abuelos o las películas con las que los vencedores de ambas contiendas, mostraban las batallas y matanzas de las que fueron protagonistas la insensatez y la crueldad del hombre.

Los años de penuria económica y social que le siguieron fueron felizmente superados por la regeneración intelectual, moral e incluso biológica de una gran parte de la humanidad que víctima de aquellos enfrentamientos decidieron unir sus fuerzas y potencialidades para garantizarse décadas de crecimiento, de paz, desarrollo y entendimiento entre los pueblos.

Lo cierto y verdad es que aunque a lo largo de estas últimas décadas  hemos vivido momentos  de cierta tensión y angustia por las escaramuzas de algunas guerras regionales, ataques terroristas o fuertes movimientos migratorios provocados por la hambruna o la persecución política y religiosa, es la primera vez que un microscópico virus ha convulsionado a cientos de millones de hombres y mujeres que hoy han pasado de gozar de la más absoluta libertad a verse recluidos en sus hogares, incomunicados y bajo un toque de queda casi bélico.

“Resistiremos, venceremos o ganaremos esta guerra” son las soflamas con las que algunos dirigentes políticos, imitando las que lanzaban los generales y mandatarios de las guerras tradicionales, nos conjuran para hacer frente a un enemigo de origen desconocido que se incrusta en los pulmones del hombre, le hiere y también le mata.

Como el devenir de la humanidad lo atestigua, siempre han sido  las enfermedades o catástrofes  naturales, las guerras, los genocidios o las grandes  hambrunas las que han hecho aflorar en el hombre los sentimientos de solidaridad, compasión o unidad frente a un enemigo común. Lo cierto es que en la era digital en la que vivimos se vuelve a reproducir la incertidumbre y angustia como consecuencia de una nueva pandemia de origen viral aun desconocido.

Para hacer frente a este enemigo de la vida nos encontramos ante un nuevo escenario mundial. Se ha desequilibrado  el poder económico y militar que hace unas décadas estaba en manos de dos grandes superpotencias como eran EEUU y Rusia para pasar a ser, además, detentado por  naciones estratégicamente avanzadas en la industria tecnológica como China, Corea, la India o incluso Irán que se han convertido algunas de ellas en nuevas potencias imperialistas que dominan gran parte ya del mundo gracias a su gigantesca capacidad productiva y su fortaleza financiera.

Europa por el contrario, mejor dicho la Unión Europea, languidece por la fuga traumática de Gran Bretaña y su incapacidad para articular una unión política soberana. Hoy, ante esta nueva guerra mundial contra el COVID-19, ha demostrado su incapacidad para afrontar la batalla con autoridad y prontitud además de no ser capaz de articular una estrategia común, con el objeto de poner en manos de los Estados miembros todos los recursos materiales y humanos necesarios de los que dispone. Italia y España, las naciones por ahora más castigadas, son el ejemplo más evidente del fracaso europeo.

En España, al igual que en Italia, estamos en estado de shock: resulta inimaginable el confinamiento de millones de familias españolas en sus hogares, ciudades enteras paralizadas, hospitales saturados, asaltos a los supermercados, iglesias y templos cerrados, los enfermos aislados y lo que es peor aún muriendo en la más triste soledad. La historia de la humanidad está repleta de dramáticos acontecimientos como éste provocados por la propia naturaleza o por el desprecio del hombre a la vida y a la libertad.

Benedicto XVI en un discurso a la plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias apelaba a la “urgente necesidad del diálogo constante y la cooperación entre los mundos de la ciencia y de la fe para la construcción de una cultura de respeto del hombre, de su dignidad y de su libertad, para el futuro de nuestra familia humana y para el desarrollo sostenible a largo plazo de nuestro planeta”

¿No habrá traspasado el hombre los límites de la razón y el equilibrio que exige la búsqueda de la  verdad con el propio respeto a su dignidad como ser humano? ¿No es hoy el hombre enemigo de sí mismo? El virus biológico tarde o temprano será derrotado pero ¿derrotaremos también el virus de nuestra soberbia que nos hace creer que “solo” el hombre es capaz de crearse y destruirse a sí mismo?Tenemos toda una cuarentena por delante para que el coronavirus nos ayude a reflexionar y descubrir quien es el verdadero enemigo interior contra el que tenemos que luchar sin necesidad de guantes y mascarilla.

 

 

 

 

 

 

Jorge Hernández Mollar

Nací en Melilla. Licenciado en Derecho, funcionario del Cuerpo Superior de la Administración de la Seguridad Social, Subdirector Tesoreria S.Social en Málaga. Senador, Diputado a Cortes y Diputado al Parlamento Europeo..Subdelegado del Gobierno en Málaga Colaborador del Diario Sur. Málaga Hoy, MelillaHoy, Diario SigloXXI,El ConfidencialDigital. El Adelantado de Segovia, La AlternativaDigital, Malagareporter, CanalMálaga, Viva Málaga. La Paseata. 1o1TV y Canal Malaga radio

Deja una respuesta

Esta entrada tiene 8 comentarios

  1. RAFAEL ORDÓÑEZ

    Uno de tus mejores artículos, Jorge. Enhorabuena y gracias.

    1. Jorge Hernández Mollar

      Muchas gracias Rafael, cuidaros mucho, un abrazo

  2. Manuel García del Rio

    Jorge te felicito.Articulo excelente

    1. Jorge Hernández Mollar

      Muchas gracias Manolo, cuidate, un abrazo

  3. José

    De acuerdo con los argumentos y el fondo. Habría que matizar que solo hay una incomunicación física, pues ahora estamos más comunicados que nunca, cosa que ayuda a combatirla.

    1. Jorge Hernández Mollar

      Tienes toda la razón, aunque ya está publicado para poder corregirlo, reconozco que un fenómeno indiscutible de esta pandemia, que a tantos millones de personas ha encerrado en sus hogares, ha sido haber despertado la necesidad de comunicarse con los medios telemáticos con familiares, amigos, conocidos vecinos…para solidarizarse, interesarse y dar un paso más en el acercamiento de las personas, un efecto positivo indudable. Muchas gracias por esa interesante observación amkigo Jose. Un abrazo

  4. Armando Robles

    Edificante artículo, Jorge, que coincide plenamente con lo que venimos defendiendo. El nutriente revitalizador, el resurgimiento, no pude ser otro que el de reencontrar sus raíces cristianas y cumplir con su misión histórica.

    La verdad se halla en los valores innegociables, que son a modo de roca viva sobre la que se apoya el edificio, es decir el Sistema. Dichos valores son básicos, inamovibles. Si el edificio se construye sobre la arena de las opiniones, un simple virus será capaz de derribar el edificio, convirtiéndolo en un montón de escombros.

    La esperanza está en el Cristianismo, que ha sido el instrumento eficacísimo de la civilización occidental contra todos los que antes también quisieron convertir nuestras patrias en un gigantesco campo moral de ruinas.

    Solas, borrachas y con coronavirus llegarán todas a una casa sin padre ni madre, a oscuras, habiendo abortado varias veces y sin esperanza. Este es el mundo que ataca el coronavirus.

    1. Jorge Hernández Mollar

      Muchas gracias Armando por tus comentarios, un abrazo