Queridos lectores
La celebración de la Navidad, el nacimiento de Dios hecho hombre, es para los cientos de millones de cristianos del mundo un acontecimiento que va mucho más allá de lo que es un fenómeno social. Debe ser un tiempo de reflexión, de revisión de nuestras conductas, de examinar nuestras sensibilidades hacia las necesidades e inquietudes de las personas más próximas a nosotros: compañeros de trabajo, familiares, amigos…, pero sobretodo es una fiesta personal, íntima, para interiorizar nuestra actitud ante nuestras responsabilidades personales y sociales.
La Navidad coincide también con la apertura de un nuevo año. Desde que se instauró nuestro calendario gregoriano y muchos siglos antes también, cada año viene marcado por sucesos que han condicionado la vida de las personas. Los grandes descubrimientos científicos y revolucionarios, las convulsiones políticas, los fastos deportivos y sociales junto a las catástrofes naturales o las guerras y penalidades determinan de una forma u otra la historia de la humanidad.
Estas fiestas navideñas vienen marcadas por un acontecimiento extraordinario, una pandemia originada por el Covid-19, un virus desconocido, que cual plaga bíblica ha causado cerca de ochenta millones de contagiados en el mundo y de dos millones de fallecidos, de los que unos setenta mil son compatriotas nuestros. Esta tragedia nos tiene que hacer reflexionar sobre nuestra actitud personal ante ella.
Millones de ciudadanos en España se ven afectados no solo por la enfermedad sino por sus consecuencias económicas, laborales y sociales. Debemos recuperar, como la imagen del portal de Belén, hábitos y costumbres que se asienten en la obediencia, la austeridad y la solidaridad para superar esta profunda crisis sanitaria y social. Solo la verdad y la libertad nos ayudará a no ser esclavos de sus enemigos. Este es mi deseo y el que aprovecho para transmitir en estos entrañables días a todos mis lectores y amigos.
Jorge Hernández Mollar