Cuando nuestro común y buen amigo Vicente, me llamó para anunciarme tu fallecimiento, no pude evitar ni el nudo en la garganta ni la incipiente lágrima, con la que manifestamos el sentimiento de pena y dolor que nos produce la muerte de un familiar o en tu caso, la de un entrañable amigo.
Recuerdo el día que me acerqué al rincón de tu puesto de pescado en el Mercado Central. Tenías interés en que nos conociéramos por no se que historia pasada que se te resolvió favorablemente. Por primera vez y después del saludo inicial con Vicente de testigo, ya barruntaba yo que aquella relación iba a ser duradera.
El motivo no eran los lenguados, el voraz, las almejas, los boquerones o el pargo…, todos de primera calidad siempre; el motivo real era tu sonrisa franca, tu mirada limpia y sincera o los chistes y chascarrillos con los que durante algunos años nos regalaste parte de tu tiempo dedicado a momentos inolvidables.
Y uno de estos eran las moragas en el Candado. Vicente, Rafael, Luis, Carlos, Juan Manuel y yo mismo pudimos disfrutar varios veranos de tu generosidad y de la buena mesa rodeados de barcos, con luz tenue, olor a mar y con unas tertulias donde mezclábamos el pasado y el presente con tus chascarrillos y tus aventuras de marinero, embarcado durante la guerra de Ifni en uno de aquellos barcos de nuestra Armada. Lo mismo opinabas de política, que de religión, de futbol o de cualquier acontecimiento cultural o social. Eras un pescador que nos atrapaste en la red de la amistad con tu natural sabiduría, tu sencillez y tu gran corazón.
Te has ido al cielo muy bien preparado y lo sé, porque Vicente se empeñó en catequizarte y que emprendieras el viaje final bien acompañado, soltando lastre como un avezado hombre de mar y la maleta bien repleta de tus buenas obras, de tus chistes y de todo el cariño que te has sabido ganar en esta vida. Sabemos que tu Virgen del Carmen te estaba esperando, ahora te toca a ti pedirle que nos busques un rincón como el del Candado para seguir disfrutando de nuestras moragas en compañía de quien te ha recibido en la Gloria Eterna. Descansa en Paz y nos volveremos a ver querido Juan.